
LAS PÁGINAS
DE LOS CORAZONES SOLITARIOS DEL SARGENTO PIMIENTA
LOS BEATLES EN ESPAÑA
"MÁS QUE UN CONCIERTO, UN MITO"

El espectáculo duró un suspiro, la banda no estuvo ni bien ni mal, fue poco público y el que fue, tenía más miedo que marcha por culpa de la policía. Hubo folclorismos y hubo vino jerez. Pero qué más da: aquello fue historia.
El 7 de julio de 1965, Francisco Franco remodelaba su Gabinete por octava vez consolidando en él la importancia de los tecnócratas. Quizás los antiguos y los nuevos ministros hablaron, en la charla informal que antes del Consejo se solía producir en una salita aledaña, del acontecimiento que había tenido lugar en Madrid cinco días antes: la actuación de los Beatles.
«Los cuatro muchachos de Liverpool», como se refería a ellos la prensa en ese tono entre admirativo y paternal con la que distinguía un fenómeno colosal pero juvenil, eran entre nosotros, como en el resto del mundo, unos ídolos.
A diferencia de otros países, en el nuestro, en pleno franquismo, los Beatles constituían el máximo símbolo de libertad que, por medio de una música nueva y rupturista, el rock expresaba. La rebeldía juvenil era aquí bastante más que un grito novedoso o un impulso generacional. Adquiría caracteres de protesta política.
Intentar traer al cuarteto a España significaba algo muy parecido a un gesto subversivo, casi desafiante, que el Régimen sólo podía contemplar con el ceño fruncido. Había que echarle valor para enfrentarse a extensos sectores de la prensa y la sociedad que tildaban a los músicos británicos poco menos que de «degenerados», «elementos disolventes» e incluso «afeminados».
El valiente se llamó Francisco Bermúdez, un entusiasta representante y promotor. Por medios laberínticos, y en lo que se antojaba una misión imposible, contactó con Brian Epstein, el factótum y mánager de las estrellas inglesas. Y, sorprendentemente, se encontró con la curiosidad y el interés del cuarteto. Y, en consecuencia, con una llamada de Epstein invitándolo a ir a Londres para hablar del asunto. Todo fue bastante fácil y rápido. El acuerdo se cerró por 900.000 pesetas, correspondientes a dos conciertos, uno en Madrid y otro en Barcelona. El alquiler de equipos y otros gastos organizativos elevó el desembolso total a tres millones de pesetas.

Aterrizaron en Madrid el 1 de julio en un vuelo de Air France porque habían actuado en París el día anterior. Los esperaban unas 200 personas y un Cadillac que los llevó al Hotel Gran Meliá Fénix, donde ocuparon las suites 123, 223, 323 y 423.
Hubo su sesión de tipismo. Salieron un rato por la noche a un tablao en compañía del periodista Alfredo Amestoy. En el hotel, el Sherry Institute of Spain y las Bodegas Domecq organizaron una cata de vino de Jerez aderezada con una charla de Miguel Primo de Rivera. «Los cuatro muchachos de Liverpool» firmaron con tiza en los toneles y llegó el momento del concierto, que en los carteles se anunciaba así: «Francisco Bermúdez, espectáculos internacionales, presenta: la atracción más famosa del mundo».
"Los Beatles rematarían en España una gira de 10 conciertos que había empezado en Varsovia
el 10 de junio."
Los fans, ya en los alrededores del coso, se inquietaron aún más al contemplar el despliegue policial. Había guardias, los célebres y temidos grises, a pie, a caballo, en moto... La autoridad disolvía por principio cualquier grupo de más de cuatro integrantes.
No bullía mucha gente en los tendidos. Unas 5.000 personas. Había obrado de elemento disuasorio el precio de las localidades, entre 75 y 450 pesetas (0,45 y 2,70 euros, respectivamente) y el temor de los padres a la probable brutalidad policial. Cientos, quizás miles de chavales, muchos con entrada, se quedaron en casa por orden paterna.
Para Los Pekenikes y para la Trinidad Steel Band fue un honor actuar de teloneros. Salieron de chiqueros los Beatles. John portaba su Rickenbacker y lucía un sombrero de ala ancha y, al parecer saludó: «Hello, Spain. How are you?». Paul con su Hofner. Gorge con su Gretsch. Luego cambarían de guitarras. Ringo no cambió de tambores y platos. Una actuación de 35 minutos. Empezaron dando caña con 'Twist and shout' y acabaron con la misma caña y 'Long tall Sally'. Entre una y otra, 'She's a woman', 'I'm a looser', 'Can't buy me love', 'Baby's in black', 'Wanna be your man', 'A hard day's night', 'Everybody's trying to be my baby', 'Rock & roll music', 'I feel fine' y 'Ticket To ride'.
El sonido no fue ni bueno ni malo y ellos no estuvieron ni bien ni mal,
«sin demasiada pena y sin demasiada gloria».
El sonido no fue ni bueno ni malo y ellos no estuvieron ni bien ni mal,
«sin demasiada pena y sin demasiada gloria».
Al día siguiente lidiaban en la Monumental de Barcelona. Pero esa es otra historia que compartieron con 18.000 asistentes (en Barcelona eran más liberales o menos asustadizos), aunque ya sin la mágica novedad del estreno en la piel de toro. De toro. Les encantó tocar en plazas de toros. ¿Dónde si no? Esto era España.
Los Beatles no volvieron más a actuar en España. Ningún empresario pudo contratarlos por su elevado caché, ni tampoco tenemos constancia de que hubiera interés en ello. Se disolvieron en 1970.

























